sábado, 25 de diciembre de 2010

el sol,y el 2012

Quizá sean casualidades. Solo quizá. En las mismas fechas de la Navidad de 2004 en las que el Índico se convertía en un infierno por culpa del devastador tsunami que se cobró la vida de un cuarto de millón de personas, el Sol parecía haber pillado la varicela. Su “rostro” aparecía moteado de manchas oscuras y lanzaba al espacio exterior miles de millones de toneladas de protones de alta energía.
El modo en el que ambos episodios se relacionaban nunca se aclaró. Unos meses más tarde, a mediados de septiembre de 2005, Ra volvió a acatarrarse bombardeándonos con una nueva tormenta de protones. En los archivos de los investigadores solares, la semana del 7 al 13 de aquel mes se recuerda como una de las más turbulentas desde que tenemos registros. Al tiempo que eso sucedía, no muy lejos de la capital de Etiopía, una enorme brecha se abrió en el suelo recorriendo 60 kilómetros y dejando un abismo de cuatro metros de ancho. Los geólogos, asombrados, llegaron a especular con que ese resquebrajamiento marcaba el inicio de una
fractura fatal en el continente africano que podría llegar a dividirlo en dos y crear un nuevo océano durante el próximo millón de años –una nadería en términos de vida en la Tierra–. Y, de nuevo, algunos apuntaron a otra nueva influencia oculta del Sol sobre nosotros.
Después, el asunto se olvidó.
De un tiempo a esta parte, cada vez que se produce alguna catástrofe severa, los científicos echan un vistazo al Sol. Son cada vez más conscientes de que el Astro Rey ocupa un noventa y ocho por ciento de la masa del Sistema Solar, y que nada de lo que ocurra en él nos es ajeno. Estas reflexiones vienen a cuento ahora  porque recientemente El Panel de Predicción del Ciclo Solar 24 -un grupo de mentes de alto nivel que estudian las alteraciones solares de nuestra estrella- ha anunciado que su próximo pico de actividad se producirá entre los años 2012 y 2013. Esperan tormentas mucho más fuertes que las hasta ahora registradas, e incluso les preocupa la posibilidad de que esta furia preceda a un languidecimiento del Sol que pueda afectar de manera crucial a nuestro clima. Sus estimaciones encajan con las de la NASA y se suman a las de otros observadores independientes. Lo llamativo es que algo así ya sucedió entre 1645 y 1715, cuando las temperaturas de la Tierra descendieron una media de 0,5ºC después de grandes picos de actividad solar, y en ese tiempo Europa entró enh lo que los climatólogos conocen como la “pequeña Edad del Hielo”.
Habrá, pues, que estar prevenidos. En pocos momentos los temores científicos y los proféticos han coincidido tanto como en estas fechas. 2012 se intuye como un año crucial en muchos sentidos -incluso en el económico; se habla ya del fin de esta crisis para esos fechas-, y no deja de ser otra oportuna casualidad que quienes acuñaron esta “pasión” por el glifo 2012 fueran unos obsesivos estudiosos del Sol en el mundo antiguo: los mayas.
Nosotros, por si acaso, estaremos pendientes. Usted ya sabe que en esta revista no creemos en las casualidades.

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