sábado, 29 de enero de 2011

Las fechas clave y “Tiempo del no tiempo”

En su calendario asombroso y perfecto, los mayas profetizaron que cuando el sistema solar en el sistema de la Vía Láctea haya pasado ‘el gran ciclo’ de 5125 años (desde 3113 antes Cristo hasta el invierno de 2012), el sol coincidirá exactamente con el punto donde se cruzan el Eclíptico y el Ecuador. Después, la Tierra saldrá de la Vía Láctea y entrará en una nueva etapa; la humanidad entrará en una nueva civilización que no tiene que ver con esta.
Los últimos 20 años del ‘gran ciclo’ (entre 1992 y 2012) son un período de suma importancia, que los mayas llaman el “Tiempo del no tiempo”. Este “Tiempo del no tiempo” aparece como un periodo de gran aprendizaje y cambios, y –según los mayas– es cuando el hombre entra en un gran salón de espejos y se mira adentro de sí mismo, analiza su comportamiento y toma la decisión de cambiar. Esto implica algo tan profundo: la voluntad libre del hombre. Implica la decisión de cada uno de pasar a la nueva etapa o perecer.
De la profecía se interpreta que en esta época del cambio de los tiempos, que está llegando a su fin, la humanidad tiene ofrendada la posibilidad y la responsabilidad de retomar su creencia en el aspecto espiritual. Se puede pensar que es un periodo regalado, una única y última oportunidad para salir del espejismo y cambiar el destino de la Tierra.  
Desde el otro lado del mundo, Liu Bowen profetizó, “Si puede sobrevivir al año de la gran catástrofe, será un ser divino terrenal que permanecerá siempre joven; aunque sea luohan (un ser divino) de acero, tendrá dificultad de pasar el 1 de julio; el 13, no importa si es luojan  de oro y acero, solo la bondad puede ayudar. Son difíciles de pasar los años del dragón y de la serpiente.”
Aquí, lo que profetizaron Liu Bowen y los mayas coinciden asombrosamente, si tenemos en cuenta que los años del dragón y de la serpiente son 2012 y 2013. ‘Luohan’ (o ‘arhat’ en sánscrito) es el primer grado de logro o ‘posición de fruto’ en el proceso de cultivación, en el lenguaje budista; Liu Bowen pone en evidencia el requisito de la elevación espiritual para superar la catástrofe.
La cultura china antigua se consideraba como una cultura semi-divina dejada por dioses que se reencarnaron en la Tierra. Por eso, se cree que los acontecimientos importantes en China son arreglados por el Cielo por ciertas razones, reflejos de “cambios celestiales”. Los chinos llaman a su país “Zhong Guo”, que significa “país central”. Todo ello se condice con pistas de sabios chinos, de que China sería el escenario principal de la última obra teatral de la humanidad.
Los chinos dicen: “los cambios celestiales dirigen los cambios terrestres”. Efectivamente, en este periodo del “tiempo del no tiempo”, a pesar de una cultura global cada vez más desligada de la formalidad religiosa, se han visto diversas corrientes de búsqueda de respuestas espirituales. También han surgido muchas escuelas, enseñanzas, así como charlatanes y comerciantes que buscan aprovechar aquella ansiosa demanda.  Pero también, en este cambio celestial, aparecieron enseñanzas que realmente han contribuido a una verdadera elevación del hombre.
En 1989, en China ocurrió la matanza a los estudiantes en Tiananmen. Después de esta masacre, para amortiguar la tensión social, el régimen chino aflojó un poco las riendas para dar algunas pequeñas libertades, lo cual abrió el camino para el florecimiento de antiguas prácticas y enseñanzas legadas de la China antigua, que venían resurgiendo curiosamente desde mediados de la terrible Revolución Cultural en los ’60, agrupadas tímidamente bajo el nombre de “qigong”. 
Las formas de ‘qigong’, en realidad, tienen miles de años de historia y data al comienzo de la historia china, de la cultura china antigua. Si bien hoy varias se transmiten –incluso en Occidente– como métodos energéticos para mejorar la salud, originalmente eran justamente vías de cultivación o mejoramiento físico y espiritual, a veces con formas más religiosas o místicas, cuya meta era que el hombre regresara a su estado más elevado que tenía antes de ser hombre terrenal. 
Esta libertad personal para buscar algo de salud mental y física mediante el qiqong generó un gran movimiento de millones chinos que empezaron a abrazar estas disciplinas antiguas resurgidas.
El suceso más masivo y resonante en la difusión de estos sistemas de qigong comienza precisamente en 1992, cuando apareció entre el pueblo chino, por primera vez, la disciplina Falun Dafa, que alcanzó una popularidad sin precedentes para ser practicada pronto por cien millones de personas. Esta disciplina habla de las tres características del universo: Verdad, Benevolencia y Tolerancia, y la necesidad de ser una buena persona siguiendo estas características para la elevación del hombre.
En todos los estratos sociales había gente que ostentaba practicarla. Al poco tiempo de su propagación, en distintos ámbitos de la sociedad china se manifestaba un cambio profundo espiritual.
Aunque no fue percibido en el exterior debido al restringido flujo de información, en la década de los noventa se generó en China una gran corriente de miles de chinos que, uno tras otro, intercambiaban y hacían públicas sus experiencias de mejoras en la salud, de lograr una comprensión de la relación entre el hombre y el cosmos y de la necesidad de mirar hacia adentro para mejorarse espiritualmente y ser mejores personas, de manera de “volver a la verdad”, como pregona el Dao.
Otra fecha clave dentro de los veinte años del “Tiempo del no tiempo” comenzado en 1992 es el año 1999.  Para aquel entonces, más exactamente para el 11 de agosto de 1999, los mayas profetizaron en su códice de eclipses que un eclipse demarcaría el ingreso de la humanidad al llamado “Salón de los Espejos”, en donde el hombre debe verse a sí mismo reflejado y cambiar su actitud frente a la vida. Las transformaciones del Sol por el eclipse alterarían el comportamiento del hombre y su forma de pensar y sentir.
Habría enfrentamientos por ideologías y religiones; habría cambios en las creencias espirituales, las religiones y los valores aceptados. Habría cambios en las formas de la justicia y el orden, de las comunicaciones, de los sistemas sociales y económicos. Desde 1999, se incrementaría más la separación por las diferencias, se potenciarían la agresión, el odio, las disoluciones de las familias, el derrumbe de la moral y de las éticas, los enfrentamientos por ideologías, religión, etc.
1999 fue una fecha clave para China también. Después de casi diez años de mayor apertura económica y algunas libertades personales, exactamente el 20 de julio 1999, el Estado prohibió la práctica de disciplinas antiguas espirituales, incluida la más difundida Falun Dafa. Así, se terminó la libertad de los chinos para perseguir una vida espiritual y un pensamiento individual sobre la vida. Esta prohibición que se convirtió en una persecución, especialmente contra Falun Dafa –por el gran número de practicantes–, ha generado situaciones de destrucción, muerte y sufrimiento de todos los involucrados.
Circunstancias como estas no difieren de aquellas predichas por los mayas para nuestros tiempos, y a su vez dan lugar al ‘Salón de los espejos’. Por ejemplo, en el caso de China, por el sistema político vigente, es difícil para un ciudadano desacatar las órdenes de malas acciones, aún cuando van contra sus conciencias. Pero justamente este tipo de situaciones extremas reflejan las decisiones finales y el posicionamiento del espíritu del hombre: frente a la adversidad, aparece la oportunidad de realizar grandes acciones de bondad, de valor y de rechazo a la maldad a costa del beneficio personal.
También se convierten en pruebas para cada conciencia individual del mundo: cómo se posiciona uno frente a tales situaciones, cuando se llega al punto de que grupos de gente están siendo exterminados con el propósito de destruir su fe. La prueba es dura, porque el hombre a veces tiene que elegir entre los intereses personales (la posición, el mercado, el dinero…) y la conciencia recta.
Otras profecías describen los desastres que enfrentará el hombre en este periodo apocalíptico, donde habría guerras por doquier, pestes, desastres naturales, una energía negra de perversidad, una sociedad en tumulto por derrumbe de la moral.
A esta altura, es difícil no ver la analogía en nuestra realidad inmediata. Los tornados, los tsunamis, los volcanes activos, las cenizas, el efecto invernadero que amenaza al planeta, son panoramas que deberían llevar a cada uno a reflexiones y a ocuparse urgentemente en el mejoramiento humano por el bien de su supervivencia.

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